21 diciembre 2005

Arrogante Ladrón de Amor (Cap. 4)

En el lado largo de la mesa se sentaban las hermanas Del Valle, Olga Eva Rita y Laura Aurora, ataviadas con sus habituales ropas de diseño. Enfrente suyo estaban, como de costumbre, Sandra Rosa Santos y su hijo Ernesto Francisco Carlos. La disposición siempre era la misma, los progenitores de los Del Valle ocupaban sendos extremos de la mesa. Como siempre, Sandra Rosa se encargaba de servir la comida y posteriormente recoger la mesa, en eso no había cambio alguno. Marta María Del Valle, una vez más, dirigió su bendición sobre los alimentos y , como si de una sola familia se tratase, empezaron a degustar los deliciosos manjares preparados.
Estaban terminando el segundo plato cuando Ernesto Francisco Carlos dió un pequeño respingo al notar un roce en su rodilla. Poco después ese roce se haria extensible a lo largo de su pierna. Su faz empezó a enrojecer rápidamente de forma que no tuvo otro remedio que levantarse de la meva acusando indisposición y dirigirse al cuarto de baño. Alguien le había estado rozando por debajo de la mesa con el pie y, aunque no sabia bien quien había sido, la situación le pareció de lo más incómoda y molesta. Tenía el vello de punta y su cuerpo estaba tembloroso, le costó disimular que no era precisamente indisposición lo que le pasaba.
Entró al aseo, enfrente suyo se hallaba el espejo en el que se miró. Estaba sudoroso y colorado. Abrió el grifo, se lavó la cara y las manos y cogió la toalla para secarse. Levantó la cabeza y a través del espejo vió cómo se abría lentamente la puerta, advinando tras ella una joven silueta de mujer...

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